miércoles, 31 de octubre de 2018

Descubrimientos

Platón Y La Teoría De Las Ideas

En plena decadencia política de Atenas aparece una de las figuras más notables de la filosofía. Discípulo de Sócrates, protagonista de muchos de sus «diálogos», Platón fue un pensador original y sorprendente. Descubrió que tras la crítica del lenguaje y el sentido de las palabras había que proyectarse hacia conocimientos más sólidos. Intentó encontrar en las «ideas» el conocimiento que parecía escaparse con el «fluir» de la realidad e intuyó que vivir es convivir, trazando con ello las líneas fundamentales de la educación y de la teoría política.

El filósofo y su obra

Platón nació en el año 427 a. C. en Atenas, en el seno de una familia aristocrática. Vivió en su juventud los desastres de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta, que supuso el fin de la hegemonía ateniense. A los veinte años conoció a Sócrates y a los cuarenta fundó en Atenas la Academia, que representó el primer centro de formación política e intelectual de la juventud. Murió en el año 347.
Escritor de extraordinarias cualidades literarias, sus obras están estructuradas en forma de diálogos, en los que distintos personajes expresan sus opiniones en un ejercicio constante de estímulo intelectual. Entre estos diálogos, destacan: ApologíaCritónGorgiasCrátiloFedónEl banqueteRepúblicaFedro,Timeo y Leyes.

La escuela de Atenas, fresco de Rafael en la Pinacoteca Vaticana. En el centro, Platón y Aristóteles.

La materia y la idea

En la República, Platón se pregunta por el significado de la justicia y la naturaleza de una sociedad justa, y para responder a estos interrogantes formula una original teoría del conocimiento, ilustrada mediante el conocido mito de la caverna, según la cual son dos los niveles de la realidad:
  • El mundo las apariencias (phainomena), de las sombras, que es el que perciben los sentidos. Éste es el mundo de la materia, compuesto por objetos imperfectos y sujetos a continua mutación.
  • El mundo de las ideas, de la luz, al que se llega mediante el camino del conocimiento. Es el mundo de las formas ideales, perfectas y universales.
El abstracto mundo de las ideas tiene su expresión en las palabras, y por eso Platón se interesa mucho en descubrir la riqueza del lenguaje y en definir los significados de las palabras y conceptos.
Pero las ideas no sólo son conceptos más o menos generales que sirvan para ordenar los diversos sentidos de las palabras, sino que son, además, el fundamento y el modelo del mundo real.

El alma y el conocimiento

Para Platón, el alma o psique es el principio de la vida del cuerpo (por tanto está separada de éste) y se compone de tres fuerzas o funciones:
  • La que entiende, o intelecto.
  • La que quiere, o voluntad.
  • La que siente o desea por debajo de las otras dos.
El alma existe antes que el hombre concreto al que da vida (metempsicosis), y por eso cada individuo ha conocido antes lo que luego llegará a saber. Así, aprender no es otra cosa que recordar, pues en un tiempo anterior el alma ha conocido esa realidad verdadera o mundo de las ideas perfectas, que se identifica con el bien.
La idea del bien es el objeto del conocimiento, y a partir de ella adquieren sentido la justicia, la belleza, la verdad y todas las demás cosas. Al participar del mundo de las ideas y, por tanto, del bien, los hombres tienden a alcanzarlo mediante un proceso de imitación o mímesis.

La educación y la virtud

Junto con el impulso que arrastra al hombre al conocimiento, el hombre que ha salido de la caverna, y que por tanto posee la verdad, siente la necesidad de mostrar a los demás el camino que él ha seguido. El saber no es tal si no se comunica, y a partir de este sentimiento solidario o necesidad de compartir desarrolla Platón su teoría de la educación o paideia.
En relación con la necesidad de la educación, Platón se pregunta si puede el hombre aprender la virtud (areté), es decir, si puede mejorar su propia naturaleza. El objetivo de ese aprendizaje de la virtud o excelencia no es el dominio de los otros hombres, sino el dominio de sí mismo, el «conócete a ti mismo» de la inscripción del templo de Apolo en Delfos. En consecuencia, la enseñanza ha de basarse en la reflexión, como forma de despertar el deseo del bien que duerme en nuestra memoria.

La teoría política de Platón

En relación con el impulso que mueve al hombre a compartir la verdad con los demás desarrolla Platón su teoría del amor (eros) y la amistad (philía), como expresiones de la necesidad que tiene el hombre de proyectarse hacia sus semejantes. Sujeto a múltiples necesidades, el ser humano necesita convivir con los demás en la ciudad, la polis, para la que Platón pretende definir un modelo de organización capaz de establecer su ideal de justicia.
En este proyecto político, que puede considerarse el primer modelo de utopía, Platón señala que, para que la ciudad sea justa y el Estado procure la felicidad a todos los ciudadanos, y no sólo a una clase determinada, es preciso:
  • Definir la idea de la justicia, tal como se plantea en la Apología en relación con la condena de Sócrates.
  • Superar la concepción tiránica de la política, en la que algunos ciudadanos imponen por la fuerza o por el engaño su particular egoísmo.
  • Educar a los ciudadanos y, sobre todo, a los políticos.
  • Lograr que, mediante esa educación, el poder sea ejercido por los más inteligentes y generosos.

                       Biografía de platon

Platón


(Atenas, 427 - 347 a. C.) Filósofo griego. Junto con su maestro Sócrates y su discípulo Aristóteles, Platón es la figura central de los tres grandes pensadores en que se asienta toda la tradición filosófica europea. Fue el británico Alfred North Whitehead quien subrayó su importancia afirmando que el pensamiento occidental no es más que una serie de comentarios a pie de página de los diálogos de Platón.

Platón
La circunstancia de que Sócrates no dejase obra escrita, junto al hecho de que Aristóteles construyese un sistema opuesto en muchos aspectos al de su maestro, explican en parte la rotundidad de una afirmación que puede parecer exagerada. En cualquier caso, es innegable que la obra de Platón, radicalmente novedosa en su elaboración lógica y literaria, estableció una serie de constantes y problemas que marcaron el pensamiento occidental más allá de su influencia inmediata, que se dejaría sentir tanto entre los paganos (el neoplatonismo de Plotino) como en la teología cristiana, fundamentada en gran medida por San Agustín sobre la filosofía platónica.
Nacido en el seno de una familia aristocrática, Platón abandonó su inicial vocación política y sus aficiones literarias por la filosofía, atraído por Sócrates. Fue su discípulo durante veinte años y se enfrentó abiertamente a los sofistas (ProtágorasGorgias). Tras la condena a muerte de Sócrates (399 a. C.), huyó de Atenas y se apartó completamente de la vida pública; no obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado.
Viajó por Oriente y el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos de Pitágoras; tras una negativa experiencia en Siracusa como asesor en la corte del rey Dionisio I el Viejo, pasó algún tiempo prisionero de unos piratas, hasta que fue rescatado y pudo regresar a Atenas. Allí fundó en el año 387 una escuela de filosofía, situada en las afueras de la ciudad, junto al jardín dedicado al héroe Academo, de donde procede el nombre de Academia. La Academia de Platón, una especie de secta de sabios organizada con sus reglamentos, contaba con una residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y seminarios especializados, y fue el precedente y modelo de las modernas instituciones universitarias.
En ella se estudiaba y se investigaba sobre todo tipo de asuntos, dado que la filosofía englobaba la totalidad del saber, hasta que paulatinamente fueron apareciendo (en la propia Academia) las disciplinas especializadas que darían lugar a ramas diferenciadas del saber, como la lógica, la ética o la física. Pervivió más de novecientos años (hasta que Justiniano la mandó cerrar en el 529 d. C.), y en ella se educaron personajes de importancia tan fundamental como su discípulo Aristóteles.

Obras de Platón

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han conservado casi completos. La mayor parte están escritos en forma dialogada; de hecho, Platón fue el primer autor que utilizó el diálogo para exponer un pensamiento filosófico, y tal forma constituía ya por sí misma un elemento cultural nuevo: la contraposición de distintos puntos de vista y la caracterización psicológica de los interlocutores fueron indicadores de una nueva cultura en la que ya no tenía cabida la expresión poética u oracular, sino el debate para establecer un conocimiento cuya legitimación residía en el libre intercambio de puntos de vista y no en la simple enunciación.

Platón y Aristóteles en La escuela de Atenas (1511), de Rafael
Los veintiséis diálogos platónicos probadamente auténticos (de los cuarenta y dos transmitidos por la Antigüedad) pueden clasificarse en tres grupos. Los diálogos del llamado período socrático (396-388), entre los que se incluyen la Apología, Critón, Eutifrón, Laques, Cármides, Ión, el Hipias menor y tal vez Lisis (que quizá sea posterior), revelan claramente la influencia de los métodos de Sócrates y se distinguen por el predominio del elemento mímico-dramático: comienzan abruptamente, sin preámbulos preparatorios. Todas estas obras son anteriores al primer viaje de Platón a Sicilia, y en ella dominan los diálogos investigadores a la manera socrática.
Dentro de los diálogos del siguiente período, llamado constructivo o sistemático, pertenecen a una fase de transición ProtágorasMenón (que anunció la doctrina de las Ideas), GorgiasMenéxenesCrátilo y Eutidemo. Los grandes diálogos de esta etapa son el Fedón, cuyo tema es la inmortalidad del alma; El banquete, en el que seis oradores debaten sobre el amor; La República, el texto platónico más sistemático, fruto de largos años de trabajo, que presenta tres líneas principales de argumentación (ético-política, estético-mística y metafísica) combinadas en un todo; y el Fedro, que mediante la forma de diálogo dramático debate aspectos relativos a la belleza y el amor, y contiene momentos de honda poesía. Estos diálogos, en los que se muestra en su apogeo la fuerza expresiva de Platón, no son ensayos filosóficos propiamente dichos, sino obras literarias que tratan temas filosóficos, y por ello no se limitan a un solo tema o asunto.
Los diálogos del período tardío o revisionista, por último, fueron escritos a partir del momento de la fundación de la Academia. Si bien carecen de los méritos dramáticos y literarios que caracterizaron a los diálogos precedentes, presentan en cambio una mayor sutileza y madurez de juicio, ya que en ellos se expresa más el pensador decidido a presentar la definitiva exposición de su pensamiento filosófico que el artista. En el Parménides, Platón revisa la doctrina de las Ideas; en el Teeteto combate el escepticismo de Protágoras acerca del conocimiento, al tiempo que exalta la vida contemplativa del filósofo; en el Timeo expone el mito de la creación del mundo por obra del Demiurgo; en el Filebo trata las relaciones entre el Bien y el placer, y en Las leyes intenta adaptar más a la realidad su doctrina del Estado ideal, tomando como referencia las constituciones y legislaciones de varias ciudades griegas.

Una característica del estilo platónico que revela una admirable conjunción entre pensamiento y expresión es su empleo del mito para hacer más evidente el pensamiento filosófico. Sin duda el más célebre de ellos es el mito de la caverna utilizado en La República; pero también son conocidos el del juicio de ultratumba, que aparece en Gorgias, y el de Epimeteo, en Protágoras.

La filosofía de Platón

El conjunto de la obra de Platón, cuya producción abarcó más de cincuenta años, ha permitido formular un juicio bastante seguro sobre la evolución de su pensamiento. De las obras de juventud consagradas a las investigaciones morales (siguiendo el método socrático) o a la defensa de la memoria de Sócrates, pasó Platón a desarrollar sus ideas filosóficas y políticas en los diálogos constructivos o sistemáticos, y luego a revisar y completar sus propias teorías en las difíciles obras de su etapa final.
El contenido de estos escritos es una especulación metafísica, pero con evidente orientación práctica. Dos son los temas permanentes que prevalecen sobre los demás. Por un lado, el conocimiento, esto es, el estudio de la naturaleza del conocimiento y de las condiciones que lo posibilitan. Y por otro, la moral, de fundamental importancia en la vida práctica y en la realización de la aspiración humana a la felicidad en una doble vertiente individual y colectiva, ética y política. Todo ello se resuelve en un verdadero sistema filosófico de gran alcance ético basado en la teoría de las Ideas.

La teoría de las Ideas

La doctrina de las Ideas se fundamenta en la asunción de que más allá del mundo de los objetos físicos existe lo que Platón llama el mundo inteligible (cósmos noetós). Tal mundo es un reino espiritual constituido por una pluralidad de ideas, como la idea de Belleza o la de Justicia. Las ideas son perfectas, eternas e inmutables; son también inmateriales, simples e indivisibles.
El mundo de las Ideas posee un orden jerárquico; la idea que se encuentra en el nivel más alto es la del Bien, que ilumina a todas las demás, comunicándoles su perfección y realidad. Le siguen en esta jerarquía (aunque Platón vacila a veces en su descripción) las ideas de Justicia, de Belleza, de Ser y de Uno. A continuación, las que expresan elementos polares, como Idéntico-Diverso o Movimiento-Reposo; luego las ideas de los Números o matemáticas, y finalmente las de los seres que integran el mundo material.
El mundo de las Ideas, aprehensible sólo por la mente, es eterno e inmutable. Cada idea del mundo inteligible es el modelo de una categoría particular de cosas del mundo sensible (cósmos aiszetós), es decir, del universo o mundo material en que vivimos, constituido por una pluralidad de seres cuyas propiedades son opuestas a las de las Ideas: son cambiantes, imperfectas, perecederas. En el mundo inteligible residen las ideas de Piedra, Árbol, Color, Belleza o Justicia; y las cosas del mundo sensible son sólo imitación (mímesis) o participación (mézexis) de tales ideas, es decir, copias imperfectas de estas ideas perfectas.

El mito de la caverna
En su obra La República, Platón ilustró esta concepción con el célebre mito de la caverna. Imaginemos, dice Platón, una serie de hombres que desde su nacimiento se hallan encadenados en una cueva, y que desde pequeños nunca han visto nada más que las sombras, proyectadas por un fuego en una pared, de las estatuas y de los distintos objetos que llevan unos porteadores que pasan a sus espaldas. Para esos hombres encadenados, las sombras (los seres del mundo sensible) son la única realidad; pero, si los liberásemos, se darían cuenta de que lo que creían real eran meras sombras de las cosas verdaderas (las Ideas del mundo inteligible).
Sólo el mundo inteligible es el verdadero ser, la verdadera realidad; el mundo sensible es mera apariencia de ser. Dado que el mundo físico, que se percibe mediante los sentidos, está sometido a continuo cambio y degeneración, el conocimiento derivado de él es restringido e inconstante; es un mundo de apariencias que solamente puede engendrar opinión (doxa) mejor o peor fundamentada, pero siempre carente de valor. El verdadero conocimiento (epistéme) es el conocimiento de las Ideas. En este punto es patente la influencia de su admirado Parménides.
En el Timeo, Platón explicó el origen del mundo sensible a través de la figura de un poderoso hacedor, el Demiurgo, una divinidad superior que, feliz en la perenne contemplación de las Ideas, quiso, por su misma bondad, difundir en lo posible el bien en la materia. El Demiurgo, disponiendo del espacio vacío y partiendo de la materia caótica y eterna, modeló poliedros regulares de los cuatros elementos (la tierra, el fuego, el aire y el agua, conforme a la formulación de Empédocles), y, combinándolos, formó los distintos seres del mundo sensible tomando las Ideas como modelos; tales seres, obviamente, no podían ser perfectos por las mismas limitaciones de la naturaleza de la materia. Hay que subrayar que el Demiurgo, partiendo de la materia, formó cosas materiales; el alma humana, que es inmaterial, no es obra suya.

El alma

Existe pues un mundo inteligible, el de las Ideas, que posibilita el conocimiento, y un mundo sensible, el nuestro. Esa misma dualidad se da en el ser humano. El hombre es un compuesto de dos realidades distintas unidas accidentalmente: el cuerpo mortal (relacionado con el mundo sensible) y el alma inmortal (perteneciente al mundo de las Ideas, que contempló antes de unirse al cuerpo). El cuerpo, formado con materia, es imperfecto y mutable; es, en definitiva, igual de despreciable que todo lo material. De hecho, la abismal diferencia entre el nulo valor del cuerpo y el altísimo del alma lleva a Platón a afirmar (en el Alcibíades) que "el hombre es su alma".
Frente a la tosca materialidad del cuerpo, el alma es espiritual, simple e indivisible. Por ello mismo es eterna e inmortal, ya que la destrucción o la muerte de algo consiste en la separación de sus componentes. Las diversas funciones del alma confluyen en sus tres aspectos: el alma racional (lógos) se sitúa en el cerebro y dota al hombre de sus facultades intelectuales; del alma pasional o irascible(zimós), ubicada en el pecho, dependen las pasiones y sentimientos; y de la concupiscible (epizimía), en el vientre, proceden los bajos instintos y los deseos puramente animales.

Platón (óleo de José de Ribera, 1637)
Platón explicó el origen del alma mediante el mito del carro alado, que se encuentra en el Fedro. Las almas residen desde la eternidad en un lugar celeste, donde son felices contemplando las Ideas; marchan en procesión, cada una de ellas sobre un carro conducido por un auriga y tirado por dos caballos alados, uno blanco y otro negro. En un momento dado el caballo negro se desboca, el carro se sale del camino y el alma cae al mundo sensible. Es decir, las almas se encarnaron en cuerpos del mundo sensible por una falta de su aspecto concupiscible (el caballo negro; el blanco representa el pasional o irascible), que la razón (el auriga) no pudo evitar.
El alma, pues, se halla encarnada en el cuerpo por una falta cometida; de ahí que el cuerpo sea como la cárcel del alma. La unión de alma y cuerpo es accidental (el lugar natural del alma es el mundo de las Ideas) e incómoda. El alma se ve obligada a regir el cuerpo como el jinete al caballo, o como el piloto a la nave. Sin embargo, su aspiración es liberarse del cuerpo, y para ello deberá aplicar sus esfuerzos a purificarse. Las almas que logren tal purificación regresarán al mundo de las Ideas tras la muerte del cuerpo; las que no, irán a la región infernal del Hades, donde, tras un período de tormentos (específicos para cada alma según las faltas cometidas), se les permitirá elegir un nuevo cuerpo en el que reencarnarse.

Ética y política

El hombre sólo puede conseguir la felicidad mediante un ejercicio continuado de la virtud para perfeccionar y purificar el alma. "Purificarse -escribió en el Fedón- es separar al máximo el alma del cuerpo." Dominando las pasiones que la atan al cuerpo y al mundo sensible, el alma va desligándose de lo terrenal y acercándose al conocimiento racional, hasta que, inflamada en el amor a las Ideas, logra su completa purificación. Este amor a las Ideas es el sentido original del amor platónico, muy distinto del que le daría la tradición literaria posterior y del que tiene la expresión en nuestros días.
Practicar la virtud significa, ante todo, practicar la virtud de la justicia (dikaiosíne), compendio armónico de las tres virtudes particulares que corresponden a los tres componentes del alma: la sabiduría (sofía) es la virtud propia de la razón; la fortaleza (andreía) de la voluntad ha de modular el alma pasional o irascible hacia los afectos nobles; y la templanza (sofrosíne) ha de imponerse sobre los apetitos del alma concupiscible. El hombre sabio será, para Platón, aquel que consiga vincularse a las ideas a través del conocimiento, acto intelectual (y no de los sentidos) por el cual el alma recuerda el mundo de las Ideas del cual procede.
Sin embargo, la completa realización de este ideal humano sólo puede darse en la vida social de la comunidad política, donde el Estado da armonía y consistencia a las virtudes individuales. El Estado ideal de Platón sería una República formada por tres clases de ciudadanos (el pueblo, los guerreros y los filósofos), cada una con su misión específica y sus virtudes características, en correspondencia con los aspectos del alma humana: los filósofos serían los llamados a gobernar la comunidad, por poseer la virtud de la sabiduría; los guerreros velarían por el orden y la defensa, apoyándose en la virtud de la fortaleza; y el pueblo trabajaría en actividades productivas, cultivando la templanza. De este forma la virtud suprema, la justicia, podría llegar a caracterizar al conjunto de la sociedad.

Las dos clases superiores vivirían en un régimen comunitario donde todo (bienes, hijos y mujeres) pertenecería al Estado, dejando para el pueblo llano instituciones como la familia y la propiedad privada; al carecer de ellas las clases dirigentes, se evitaría su corrupción, ya que no podrían ni necesitarían obtener riquezas, ni tendrían familiares a los que favorecer; tal esquema (y otros aspectos de sus concepciones) fue revisado en Las leyes, obra de vejez en la que desaparecen estas restricciones. El Estado se encargaría de la educación y de la selección de los individuos (en función de su capacidad y sus virtudes) para destinarlos a cada clase. La justicia se lograría colectivamente cuando cada individuo se integrase plenamente en su papel, subordinando sus intereses a los del Estado.
Teorizó también sobre las distintas formas de gobierno, que según Platón se suceden en un orden cíclico en el que cada sistema es peor que el anterior. La monarquía o la aristocracia (gobierno de un solo hombre excepcionalmente dotado o de una minoría sabia y virtuosa, que aspira solamente al bien común) es para el filósofo la mejor forma de gobierno. De la monarquía se pasa a la timocraciacuando el estamento militar, en lugar de proteger a la sociedad, usa la fuerza para obtener el poder. En la oligarquía, una minoría de ricos gobierna a un pueblo empobrecido. El descontento lleva a la democracia o gobierno del pueblo, de la que tiene Platón un pésimo concepto: se elige como gobernantes a los más ineptos y reina la anarquía. Finalmente, la tiranía, encabezada por un demagogo que suprime toda libertad, restaura el orden; es la peor de las formas de gobierno.
Platón intentó plasmar en la práctica sus ideas filosóficas, aceptando acompañar a su discípulo Dión como preceptor y asesor del joven rey Dionisio II de Siracusa, hijo de aquel Dionisio I el Viejo al que ya había aconsejado en vano antes de fundar la Academia; con el hijo, el choque entre el pensamiento idealista del filósofo y la cruda realidad de la política hizo fracasar de nuevo el experimento por dos veces (367 y 361 a. C.).

Su influencia

Sin embargo, las ideas de Platón siguieron influyendo (por sí mismas o a través de su discípulo Aristóteles) sobre toda la historia posterior del mundo occidental: su concepción dualista del mundo y del ser humano (materia-espíritu, cuerpo-alma), la superioridad del conocimiento racional sobre el sensible o la división de la sociedad en tres órdenes funcionales serían ideas recurrentes del pensamiento europeo durante siglos.
Al final de la Antigüedad, el platonismo se enriqueció con la obra de Plotino y la escuela neoplatónica (siglo III d. C.). El cristianismo, empezando por Agustín de Hipona (siglo IV), encontró en Platón muchos puntos afines (el desprecio del mundo terrenal, la primacía del alma) en que sustentar sus concepciones religiosas, y la teología cristiana fue básicamente agustiniana hasta que una profunda reelaboración de Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) incorporó el pensamiento aristotélico. En los siglos XV y XVI, la admiración hacia la filosofía antigua que caracterizó al Renacimiento europeo llevó a un último resurgir del platonismo.

jueves, 25 de octubre de 2018



Vídeos



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Obras

- Apología de Sócrates (el conocido retrato socrático del joven Platón)
- Critón (Sócrates en la cárcel sobre problemas cívicos)
- Laques (El valor)
- Lisis (La amistad)
- Cármides (La templanza)
- Eutifrón (La Piedad)
- Ión (La poesía como don divino)
- Protágoras (¿Es enseñable la virtud?) (Hay una versión bilingüe griego/español de esta obra en internet, en las páginas del Proyecto Filosofía en español, (filosofia.org), pero necesitarás instalar la fuente griega para poder verla correctamente: la encontrarás en la página de la biografía y obras de Platón, del mismo sitio.)

2. Diálogos de transición (de los 38 a los 41 años) (389-385)

En éste período Platón vierte en sus diálogos algunas opiniones que no podemos considerar estrictamente socráticas, comenzando a introducir elementos de su propia cosecha, algunos de los cuales apuntan ya hacia la teoría de las Ideas. Tiene lugar en ésta época el primer viaje a Siracusa (Sicilia) a la corte de Dionisio primero y la amistad con Dión. El objeto del viaje fracasa, siendo vendido por Dionisio como esclavo en Egina y rescatado por un conciudadano.
- Gorgias (Sobre retórica y política)
- Crátilo (Sobre la significación de las palabras)
- Hipias mayor y Menor (Sobre la belleza el primero, y sobre la verdad del segundo)
- Eutidemo (Sobre la erística sofista)
- Menón (¿Es enseñable la virtud?)
- Meneceno (parodia sobre las oraciones fúnebres)

3. Diálogos de madurez (de los 41 a los 56 años) (386-370)

En estas obras encontramos ya el pensamiento de Platón en toda su dimensión. La influencia de Sócrates es mínima, y el pensamiento que expresa en los diálogos responde estrictamente al pensamiento de Platón. Su actividad se centra fundamentalmente en la Academia en Atenas.
- Fedón (Sobre la inmortalidad del alma, el último día de Sócrates en prisión)
- Banquete (Sobre el amor)
- República (Sobre política y otros asuntos: metafísicos, gnoseológicos, etc.)
- Fedro (Sobre el amor, la belleza y el destino del alma)

4. Diálogos críticos y de vejez (de los 56 a los 80 años) (370-347)

a) (369-362, de los 56 a los 63 años): Revisión crítica de la teoría de la Ideas y de algunas de sus consecuencias, aunque ello no signifique que sean abandonadas. Segundo (369) y tercer (361) viaje a Italia a la corte de Dionisio II, quien al poco tiempo rechazó su educación.
- Parménides (Crítica de la teoría de las ideas)
- Teeteto (Sobre el conocimiento)
- Sofista (Lenguaje, retórica y conocimientos)
- Político (Sobre política y filosofía)
b) (361-347, de los 64 a los 78 años): Creciente pesimismo de Platón, si nos atenemos al contenido de sus obras últimas, que ya en la fase crítica parecían inclinarse hacia el predominio de los elementos místico-religiosos y pitagorizantes de su pensamiento.
- Filebo (El placer y el bien)
- Timeo (Cosmología)
- Critias (Descripción de la antigua Atenas, mito Atlántida...)
- Las Leyes (La ciudad ideal, revisión pesimista de la República)
- Carta VII (en esta carta Platón nos presenta su conocida y breve autobiografía)
Teoría que sustenta

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/platon.htm

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